Cuarta paradoja cultural
Esta historia corre el riesgo de ver a la cultura como algo estático en el “instante fugitivo” que trata de aprehender. No se debe perder de vista que las sociedades existentes son el resultado de las grandes transformaciones ocurridas en la evolución de la especie humana y que una cadena ininterrumpida de acontecimientos reales liga esos hechos a los que podemos observar estructurados como eslabones. Aun si los fenómenos sociales deben ser provisoriamente aislados del resto y tratados como si concernieran a un nivel específico, la emergencia de la cultura seguirá siendo para el hombre un misterio mientras no se consigan determinar, en el nivel biológico, las modificaciones de estructura y funcionamiento del cerebro de las que la cultura fue simultáneamente resultado natural y modo especial de aprehensión, creando de paso al medio intersubjetivo indispensable para que sigan adelante transformaciones anatómicas psicológicas, sí, pero que no pueden ser ni definidas ni estudiadas remitiéndose tan solo al individuo. Y aquí surge unida indefectiblemente a la anterior la cuarta paradoja: la cultura vive y existe en sí y por sí; pero, no sería de este modo si el hombre no fuese su creador.
Al mirar las últimas dos paradojas sumadas se halla como principio de una respuesta que la experiencia se define culturalmente, de ahí que la cultura esté provista de un sentido, que tenga un significado para los que viven de acuerdo a ella. Cuál es ese significado se define por la propia experiencia que implica la relación entre los individuos y las sociedades.
La diferencia entre la índole de experiencia educativa en los primeros años de la vida y más adelante es que el margen de aceptación o rechazo consciente por un individuo aumenta constantemente a medida que este envejece. En otras palabras, el aprendizaje en los primeros años de la existencia humana y que inculca al nuevo miembro de la sociedad las disciplinas esenciales para que funcione como miembro de su grupo social, contribuye a la estabilidad social y a la continuidad cultural, por lo mismo al establecimiento de una percepción particular y única de la cultura. A medida que el individuo crece en edad, aquellos primitivos condicionamientos se hacen tan efectivos que se establecen como rutinas de la conducta diaria. A partir de entonces, el proceso de endoculturación a que siguen sometidos es, en muy extensa medida, un proceso de reacondicionamiento intermitente que se halla en el nivel consciente. La endoculturación (o enculturación, por otro nombre) es un proceso que permite que la mayor parte de la conducta transcurra por debajo del nivel del pensamiento consciente.
Si existe un sistema consciente, no puede resultar más que de una especie de «media dialéctica» entre una multiplicidad de sistemas inconscientes, cada uno de los cuales concierne a un aspecto o nivel de la realidad social. Ahora, estos sistemas no coinciden ni en su estructura lógica ni en su adherencia histórica respectivas. Están como difractados en una dimensión temporal cuyo espesor de a la sincronía su consistencia y a falta de la que se disolvería en una esencia tenue e impalpable, un fantasma de realidad [LEVI-STRAUSS, 1987, p. 22].
Según esto que apunta Claude Levi-Strauss, el concepto de endoculturación introducido por Herskovits proporciona un instrumento con qué llenar el hueco que que hay entre la cultura como una cosa que existe en y por sí, y la cultura como conducta total de los individuos a través de la cual se manifiesta. En el proceso de endoculturación del individuo se trata de plasmarlo en el tipo de persona que su grupo considera como deseable, pero el éxito completo no siempre se consigue.
Por ejemplo, desde el movimiento estudiantil de 1968, la serie de transformaciones acaecidas en la sociedad mexicana se han ido derivando por caminos en apariencia (sobre todo al principio) disímiles entre sí; sin embargo, los cambios han sido evidentes y paulatinos, yendo de una ruptura de valores morales, éticos y políticos (incluyendo los estéticos, materia de la presente tesis) hasta entonces reinantes, hacia una convergencia de los mismos con las nuevas concepciones traídas en gran parte del llamado “viejo mundo”, Estados Unidos y Lejano Oriente vía los medios de comunicación, los avances tecnológicos y una nueva preocupación por recimentar los fundamentos de la democracia frente a tendencias contrarias como las fundamentalistas, asimismo que la evidente influencia psicológica que propicia la constricción económica de los últimos tiempos.
Por lo que toca a México, el proceso de endoculturación ha llevado a: 1) la creación de una cultura joven que halla su semillero en la reacción a un sistema educativo positivista enteco por caduco; 2) dicha cultura consigue manifestarse y legitimarse de manera formal en los grandes medios dando paso al establecimiento de una generación separada de lo tradicional y sin embargo identificada con ello que intenta contradictoriamente buscar en lo cotidiano, consiguiendo en cambio y como consecuencia extraviarse en la moda y el consumo. 3) Esa contradicción anterior es aprovechada por unos cuantos “visionarios” que encuentran en la “nueva ola”, en las generaciones características de cada nueva etapa siguiente la oportunidad para desarrollar sus propios intereses fácticos económicos y políticos y, en el proceso, ponen en práctica una intrincada red que o atrapa o confunde a esas culturas que apenas despiertan (de aquí que haya dicho “consigue” en el segundo inciso). 4) A una paciente politización o repolitización, a una medida absorción de los miembros de estos “nuevos grupos generacionales” que despuntan entre los dimes y diretes de una sociedad sorprendida sigue el resquebrajamiento de un sistema social anquilosado por su propia experiencia.
Si bien la participación de los individuos y sus grupos ha sido vital, las incoherencias entre el marco de referencia que creen conocer y el fragmento de realidad o referente manejado por ellos mismos (más bien unos pocos) conducen a cierta desazón expresada como la búsqueda de una identidad nacional que pudiere explicar las transformaciones sufridas anteriormente por la cultura actual.
Por ello es importante, no cabe duda, analizar al respecto la función del arte, de la religión, de la economía en sus variadas facetas, toda vez que deben considerarse aspectos de la cultura.
Un hombre puede hacerse y ser verdaderamente hombre solamente por medio de la cultura y su participación en ella. La intensa armonía que constituya su virtud debe corresponder a la superior armonía de su vida con los demás [HERSKOVITS, 1952, p. 91]. Y aquí se añade la...
Quinta paradoja cultural
El hombre es cultura y la cultura es el hombre. Una doble afirmación más bien que una paradoja, la anterior nos lleva a revisar las ya previamente citadas pero ahora desde otra perspectiva, dividiendo los enunciados en proposiciones más simples; así tenemos:
1a. La cultura es universal en la experiencia del hombre.
2a. La cultura es estable.
3a. La cultura llena y determina ampliamente el curso de nuestras vidas.
4a. La cultura vive y existe en y por sí.
5a. El hombre es la cultura.
Al momento de ver en conjunto estas proposiciones llegamos a una
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