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jueves, noviembre 25, 2021

Es lo mismo, pero no es lo mismo


UN IMPERDIBLE paper de mi estimado colega Octavio [ISLAS, 2010], para el que solo puedo decir que estoy de acuerdo, me lleva a escribir esto. Solo introduciría un matiz nada despreciable: más que solo afirmar que lo expuesto se ajusta a los planteamientos de McLuhan como que los medios son el mensaje, se confirma aún más que "los medios son el masaje", como el propio McLuhan junto con Quentin Fiore ironizaron atinadamente en los sesentas.

El mismo documento de Islas lo deja entrever aunque no de forma directa cuando anota [op.cit.: 4]:

[…] un nuevo ambiente mediático, creado por un nuevo medio o tecnología, solo puede ser percibido por la mayoría de las personas en el momento en el cual irrumpe en el escenario otro nuevo medio o una nueva tecnología. En este caso, el ambiente anterior se vuelve visible, mientras el nuevo ambiente se torna invisible para la mayoría de las personas.

El diccionario se limita a definir masaje como: "Acción que consiste en presionar, frotar o golpear rítmicamente y con intensidad adecuada determinadas zonas del cuerpo, principalmente las masas musculares, con fines terapéuticos, deportivos, estéticos, etc.". Pues bien, ya en aquel libro así intitulado El medio es el masaje, los autores McLuhan y Fiore hacían un sesudo parangón que ya desde su publicación en 1967 y desafortunadamente los teóricos e investigadores no han tomado muy en cuenta.

Ya en el epílogo de ese libro para su reedición de 1987, Jesús M. Tornero criticaba algo que igual aplica para este y otros papers [McLUHAN / FIORE, 1967: 165]:

La célebre frase "el medio es el mensaje" —que desgraciadamente se ha convertido en una forma extendidísima de reducción del pensamiento del autor— revela lo más relevante de la teoría mcluhana: su determinismo tecnológico.

[…]

El "medio como masaje" resume la idea de un modo más gráfico [yo diría más estético, asociando al concepto que introduje con mi tesis de la actitud estética pues, como un masajista…]; los medios manipulan a los receptores, los mueven, conforman su personalidad y conciencia y todo ello por encima de los contenidos que puedan transmitir.

Esos contenidos, sean en un blog, un tuit o un comentario hechos por profesionales de la comunicación o por diletantes o simplemente cualquier persona, en cualquier red social y sobre un largo etcétera de plataformas en constante evolución hacen las veces de la toalla y los afeites e instrumentos empleados por el masajista para cubrir, calentar, enfriar, relajar, distribuir, deslizar, pegostear, acomodar, reafirmar, estirar, contraer no al mensaje solo, sino los propósitos informativos y formativos que lo fundamentan en sus objetivos funcionales.

Estructuralmente, cada amasada mediática sobre el cuerpo social pasa de modo necesario por la deformación de su superficie en la finalidad de desatar, airear, aplanar o levantar de manera consciente, consensada y convenida los probables, esperables efectos y reacciones internas del perceptor con un carácter terapéutico. Y la labor de los medios puede resultar en este sentido gratificante o dolorosa, incómoda; y si el masajista de turno no tiene pericia adecuada, su quehacer puede ser dañino hasta extremos insospechados. Claro que también ello depende de la sensibilidad del masajeado, pues ya se sabe que hay a quienes les gusta que les toquen hasta el asterisco y quienes no soportan ni la más leve insinuación en la oreja.

Así y contra lo que se cree, los medios son el rodillo, pero también el fiel de la balanza tanto como la balanza misma, la que puede inclinarse a un lado u otro o mantener el equilibrio por causa de la intensión, pero también dejar huellas, lesiones infligidas o autoinfligidas por causa de la fuerza o la estupidez empleadas en el proceso.

El medio, o el proceso de nuestro tiempo —la tecnología eléctrica [y su extensión electrónica, actualizo]— está remodelando y reestructurando los patrones de la interdependencia social y cada uno de los aspectos de nuestra vida privada. Nos está forzando a reconsiderar y revaluar prácticamente cada pensamiento, cada acción y cada institución que hasta hoy se daban por establecidas. Todo está en cambio: usted, su familia, su barrio, su educación, su gobierno, su relación con "los otros" [su trabajo, le faltó decir a los autores]. Y está cambiando dramáticamente.

Las sociedades siempre han sido moldeadas más por la índole de los medios con que se comunican los hombres que por el contenido mismo de la comunicación [McLUHAN / FIORE, op.cit.: 8].

Y es por esto mismo que en mi tesis desarrollé un "modelo intimista" de la comunicación que se ancla en los dos componentes básicos que explican lo dicho por los autores: la información y la expresión. Mientras la información es semejante al aceite que unta el masajista y puede permanecer intacto en la repisa, la expresión en el ademán y la mano del masajista se vuelve factor necesario, indispensable para que dicha información surta su efecto y tome curso de acción emotiva y/o imaginativa.

Mientras los consumidores y los prosumidores de contenidos se debaten a veces infructuosamente en discusiones morales sobre los medios, la realidad, en tanto tal determinismo tecnológico de los medios como extensiones del hombre, como masaje de la conciencia y por tanto como mensajes en sí mismos de lo que ocurre, ha ocurrido, será obsoleto y sobrevendrá son enteramente amorales.

__________

Referencias

  • McLUHAN / FIORE, Marshall y Quentin. The Media is de Massage, Bantam Books, 1988.
  • ISLAS, Octavio. "El tránsito de la blogósfera a la twittósfera. ó cómo Internet se ha encargado de dar razón a las tesis de Marshall McLuhan. Cumbre Iberoamericana de Comunicación Política, 2010". Consultado el 25 de noviembre de 2021 desde https://www.academia.edu/6008946/El_tr%C3%A1nsito_de_la_blog%C3%B3sfera_a_la_twitt%C3%B3sfera_%C3%B3_c%C3%B3mo_Internet_se_ha_encargado_de_dar_raz%C3%B3n_a_las_tesis_de_Marshall_McLuhan_Cumbre_Iberoamericana_de_Comunicaci%C3%B3n_Pol%C3%ADtica_2010?email_work_card=view-paper

sábado, noviembre 13, 2021

Capítulo 1-3


Cuarta paradoja cultural

Esta historia corre el riesgo de ver a la cultura como algo estático en el “instante fugitivo” que trata de aprehender. No se debe perder de vista que las sociedades existentes son el resultado de las grandes transformaciones ocurridas en la evolución de la especie humana y que una cadena ininterrumpida de acontecimientos reales liga esos hechos a los que podemos observar estructurados como eslabones. Aun si los fenómenos sociales deben ser provisoriamente aislados del resto y tratados como si concernieran a un nivel específico, la emergencia de la cultura seguirá siendo para el hombre un misterio mientras no se consigan determinar, en el nivel biológico, las modificaciones de estructura y funcionamiento del cerebro de las que la cultura fue simultáneamente resultado natural y modo especial de aprehensión, creando de paso al medio intersubjetivo indispensable para que sigan adelante transformaciones anatómicas  psicológicas, sí, pero que no pueden ser ni definidas ni estudiadas remitiéndose tan solo al individuo. Y aquí surge unida indefectiblemente a la anterior la cuarta paradoja: la cultura vive y existe en sí y por sí; pero, no sería de este modo si el hombre no fuese su creador.

Al mirar las últimas dos paradojas sumadas se halla como principio de una respuesta que la experiencia se define culturalmente, de ahí que la cultura esté provista de un sentido, que tenga un significado para los que viven de acuerdo a ella. Cuál es ese significado se define por la propia experiencia que implica la relación entre los individuos y las sociedades.

La diferencia entre la índole de experiencia educativa en los primeros años de la vida y más adelante es que el margen de aceptación o rechazo consciente por un individuo aumenta constantemente a medida que este envejece. En otras palabras, el aprendizaje en los primeros años de la existencia humana y que inculca al nuevo miembro de la sociedad las disciplinas esenciales para que funcione como miembro de su grupo social, contribuye a la estabilidad social y a la continuidad cultural, por lo mismo al establecimiento de una percepción particular y única de la cultura. A medida que el individuo crece en edad, aquellos primitivos condicionamientos se hacen tan efectivos que se establecen como rutinas de la conducta diaria. A partir de entonces, el proceso de endoculturación a que siguen sometidos es, en muy extensa medida, un proceso de reacondicionamiento intermitente que se halla en el nivel consciente. La endoculturación (o enculturación, por otro nombre) es un proceso que permite que la mayor parte de la conducta transcurra por debajo del nivel del pensamiento consciente.

Si existe un sistema consciente, no puede resultar más que de una especie de «media dialéctica» entre una multiplicidad de sistemas inconscientes, cada uno de los cuales concierne a un aspecto o nivel de la realidad social. Ahora, estos sistemas no coinciden ni en su estructura lógica ni en su adherencia histórica respectivas. Están como difractados en una dimensión temporal cuyo espesor de a la sincronía su consistencia y a falta de la que se disolvería en una esencia tenue e impalpable, un fantasma de realidad [LEVI-STRAUSS, 1987, p. 22].

Según esto que apunta Claude Levi-Strauss, el concepto de endoculturación introducido por Herskovits proporciona un instrumento con qué llenar el hueco que que hay entre la cultura como una cosa que existe en y por sí, y la cultura como conducta total de los individuos a través de la cual se manifiesta. En el proceso de endoculturación del individuo se trata de plasmarlo en el tipo de persona que su grupo considera como deseable, pero el éxito completo no siempre se consigue.

Por ejemplo, desde el movimiento estudiantil de 1968, la serie de transformaciones acaecidas en la sociedad mexicana se han ido derivando por caminos en apariencia (sobre todo al principio) disímiles entre sí; sin embargo, los cambios han sido evidentes y paulatinos, yendo de una ruptura de valores morales, éticos y políticos (incluyendo los estéticos, materia de la presente tesis) hasta entonces reinantes, hacia una convergencia de los mismos con las nuevas concepciones traídas en gran parte del llamado “viejo mundo”, Estados Unidos y Lejano Oriente vía los medios de comunicación, los avances tecnológicos y una nueva preocupación por recimentar los fundamentos de la democracia frente a tendencias contrarias como las fundamentalistas, asimismo que la evidente influencia psicológica que propicia la constricción económica de los últimos tiempos.

Por lo que toca a México, el proceso de endoculturación ha llevado a: 1) la creación de una cultura joven que halla su semillero en la reacción a un sistema educativo positivista enteco por caduco; 2) dicha cultura consigue manifestarse y legitimarse de manera formal en los grandes medios dando paso al establecimiento de una generación separada de lo tradicional y sin embargo identificada con ello que intenta contradictoriamente buscar en lo cotidiano, consiguiendo en cambio y como consecuencia extraviarse en la moda y el consumo. 3) Esa contradicción anterior es aprovechada por unos cuantos “visionarios” que encuentran en la “nueva ola”, en las generaciones características de cada nueva etapa siguiente la oportunidad para desarrollar sus propios intereses fácticos económicos y políticos y, en el proceso, ponen en práctica una intrincada red que o atrapa o confunde a esas culturas que apenas despiertan (de aquí que haya dicho “consigue” en el segundo inciso).  4) A una paciente politización o repolitización, a una medida absorción de los miembros de estos “nuevos grupos generacionales” que despuntan entre los dimes y diretes de una sociedad sorprendida sigue el resquebrajamiento de un sistema social anquilosado por su propia experiencia.

Si bien la participación de los individuos y sus grupos ha sido vital, las incoherencias entre el marco de referencia que creen conocer y el fragmento de realidad o referente manejado por ellos mismos (más bien unos pocos) conducen a cierta desazón expresada como la búsqueda de una identidad nacional que pudiere explicar las transformaciones sufridas anteriormente por la cultura actual.

Por ello es importante, no cabe duda, analizar al respecto la función del arte, de la religión, de la economía en sus variadas facetas, toda vez que deben considerarse aspectos de la cultura.

Un hombre puede hacerse y ser verdaderamente hombre solamente por medio de la cultura y su participación en ella. La intensa armonía que constituya su virtud debe corresponder a la superior armonía de su vida con los demás [HERSKOVITS, 1952, p. 91]. Y aquí se añade la...

Quinta paradoja cultural

El hombre es cultura y la cultura es el hombre. Una doble afirmación más bien que una paradoja, la anterior nos lleva a revisar las ya previamente citadas pero ahora desde otra perspectiva, dividiendo los enunciados en proposiciones más simples; así tenemos:

1a. La cultura es universal en la experiencia del hombre.

2a. La cultura es estable.

3a. La cultura llena y determina ampliamente el curso de nuestras vidas.

4a. La cultura vive y existe en y por sí.

5a. El hombre es la cultura.

Al momento de ver en conjunto estas proposiciones llegamos a una


Capítulo 1-2

Las paradojas culturales

Aunque los individuos se adaptan según sus experiencias del pasado, las nuevas experiencias también exigen un esfuerzo de adaptación, pues un rasgo fundamental de la influencia social —más adelante explicaré el concepto de rasgo— consiste en el hecho de que el individuo y su grupo están expuestos al cambio y nuevas experiencias o informaciones. En tal sentido, puede concebirse una relación de influencia como inductora de un proceso que opera cual modificador de la conducta y las actitudes conexas mediante una afluencia de información.

Entonces, puede concebirse la adaptación inherente a la actitud estética, pero no de modo exclusivo, como las satisfacciones obtenidas por el individuo mediante una relación más o menos placentera con su ambiente. Este enfoque subraya la importancia de las satisfacciones y las necesidades individuales en ciertas relaciones (o transacciones) con otras personas, dentro de las restricciones sociales propias de una cultura cuyas paradojas más esenciales son el punto de partida para la búsqueda que nos tendrá ocupados.

Primera paradoja cultural

En 1952, Melville J. Herskovits apuntó seis paradojas que, en su opinión, de algún modo han sido el motivo principal para que se registren más de doscientas definiciones de “cultura” (HERSKOVITS, 1952).

La primera paradoja se refiere a que la cultura es universal en la experiencia del hombre; sin embargo, cada manifestación local o regional de aquella es única.

¿Qué significa que la cultura es universal en la experiencia del hombre? Antes de responder a esta pregunta cabe contestar a la siguiente relación: si “cultura” es igual a conocimiento, o si lo es el conocimiento que sirve para actuar dentro de la sociedad a la que se pertenece, ¿es más o menos culto el teólogo que el político, el físico teórico que el banquero, el ama de casa o el jardinero? ¿O debe entenderse la cultura como una abstracción, como un complejo de datos no hallable en ninguna tarea, oficio o individuo específicos?

Cualquier respuesta será siempre parcial, subjetiva, condicionada por el grupo al que se pertenece, al momento histórico que se vive y por ende a la educación formativa de que se es sujeto. Pero, ya el planteamiento mismo de las cuestiones anteriores lleva implícita una respuesta, a saber: que todo ser humano es culto, o sea, todo ser humano es portador de cultura y pertenece a un grupo cultural. Otra respuesta también implícita es que “cultura” no es solo lo positivo, lo sublime, lo mejor de las creaciones humanas, sino también lo que el grupo social considera negativo dentro del propio grupo.

Así, pues, desde el instante en que el hombre comienza a conocer su entorno, su persona y manifiesta ese conocimiento de diversos modos para hacer cómplices (o simples partícipes) del mismo a otros, se vuelve un ser culto, un ser que hace “lo posible” por procurar, mantener, incrementar y difundir el acervo sobre sí mismo y su mundo (y el mundo).

Por supuesto, y esto que diré ahora son consideraciones a treinta y dos años de distancia de escrita esta obra y luego de las investigaciones acerca del genoma humano, cabe en esta misma línea preguntarse hasta qué punto la cultura resulta hereditaria, un marcador derivado de la genética misma la que, ya se ha demostrado modernamente, puede presentar modificaciones por influjo del ambiente social, encendiendo o apagando marcadores, produciendo mutaciones incluso.

Hace treinta y dos años ya señalaba yo en esta obra que el hombre quiere pertenecer a algo, a una tierra, una sociedad; tiende a buscar la satisfacción a esa necesidad de pertenencia entre otras y a la vez pretende que una fracción de ses algo le pertenezca también, es decir que busca apropiarse de una parte que le permita racionalizar el vínculo del uno con el todo. Si la “cultura” es universal en la experiencia del hombre es en este sentido ampliado. El individuo acoge una manera de ver la vida, una ocupación, un territorio, las cosas fabricadas, la ideología que define una cosmovisión compartida y lo hace con la intención de ser aceptado como parte integral de un todo, o de lo que considera el ámbito de un supuesto todo que a su vez puede ser solo un fragmento de un universo abarcador. Cultiva esta fracción de conocimiento del mundo que ha asumido y la transforma y la sostiene. Pero, también ese individuo se torna un poco dueño, subraya su compromiso adquirido respetado, diferenciado del resto en derredor, vuelto en mutua referencialidad único, local, regional, suyo.

Segunda paradoja cultural

De lo anterior se desprende que la primera paradoja no sea tal, sino más bien una correlación fundamentada en las necesidades de pertenencia y posesión. Con esto se entiende entonces la raíz o una de las raíces de los conflictos registrados por la historia con los nombres de conquista, invasión, coloniaje, que dan paso inevitable a la segunda paradoja: la cultura es estable y, no obstante, la cultura es dinámica también y manifiesta continuo y constante cambio.

El contrapunto entre la necesidad de pertenencia y la de posesión trasluce, aunque no exactamente, la dialéctica del amo y el esclavo.

Los hombres, en su afán por difundir y hacer válida y única (y legítima) a toda costa su cultura, se vuelven dominantes; no importa que usen la violencia o la persuasión o la amalgama para ese fin.

Jas Reuter sintetiza una explicación para lo anterior cuando dice:

La cultura es dinámica, y tanto los patrones culturales de las clases dominantes como los de las clases dominadas se van transformando continuamente, creando normas, comportamientos y símbolos que confluyen y se oponen entre dominantes y dominados, pero que se dan en total aislamiento los unos de los otros [cit. (COLOMBRES, 1987, p. 90)].

Tomemos como ejemplo la ciudad de Guanajuato, en México, “cultural” por excelencia. Las clases y subgrupos que conforman la sociedad guanajuatense responden en sus conductas y actitudes a una idiosincrasia propia forjada por medio de una educación tradicionalista que ha sabido mezclarse en sus fundamentos con la educación institucional y la que es introducida por los medios de comunicación (así, nada más); una educación que se hace más manifiesta a los extraños en la época del Festival Cervantino. Se puede decir que la cultura guanajuatense en principio es estática, hasta el momento de involucrarse en dicho festival con otras culturas invitadas que aportan, como en una feria, nuevas perspectivas o confirman las ya tenidas. Aquí es evidente la dinámica cultural, sobre todo la relativa al intercambio; pero, ¿qué hay cuando no es el tiempo del festival? Entre los mismos subgrupos (estudiantes, comerciantes, empresarios, pobres, ricos, etc.) se retroalimentan en el trato diario modificando, aunque sea eventualmente, uno o varios rasgos de la cultura de por sí fraccionada; y, mediante dicha modificación, también se afirma y confirma la existencia de una cultura guanajuatense que da la impresión de ser inamovible.

Si bien burda y superficialmente, o mejor dicho, de manera más compleja y sutil, ocurre un poco lo que en las sociedad animales. Aunque se descartan las descripciones románticas, las semejanzas entre animales y humanos son impresionantes. Los mecanismos de dominio y operativa sumisión, los factores de competencia y cooperación dentro de un grupo y entre grupos, la complejidad de sus relaciones sociales, todo contribuye de manera significativa a su funcionamiento efectivo como sociedad, en donde la calidad de miembro de un grupo se apoya en la aceptación,. al menos, por parte de un cierto número de miembros originales.

Lo que diferencia a las sociedades humanas de las animales es que, a pesar de que el hombre no es sino uno entre los muchos animales con inteligencia, es el único que tiene cultura; o que al menos identifica un conjunto de conductas bajo el concepto de cultura.

Tercera paradoja cultural

Los estímulos efectivos que actúan en la conducta de los animales son, en su mayor parte inherentes a los acaeceres físicos inmediatos. El hombre, en cambio, acumula experiencia con ayuda del lenguaje inherente a él y el ambiente en el cual vive está constituido principalmente por la acumulación de actividades de generaciones anteriores conformando una “cultura” cuyo aprendizaje y experiencia, mediante los cuales el hombre logra ser competente en su cultura, es lo que Herskovits llama endoculturación. Y esto nos lleva a la tercera paradoja: La cultura llena y determina ampliamente el curso de la vida del hombre; y, sin embargo, rara vez se entremete en el pensamiento consciente.

La endoculturación constituye en esencia un proceso de consciente e inconsciente condicionamiento que tiene lugar dentro de los límites racionales de cierto haz de costumbres.

Mientras Malinowski instauraba la participación intransigente del etnógrafo en la vida y pensamiento indígenas, en sus propios trabajos como antropólogo (Mauss), afirmaba que lo esencial es el movimiento del conjunto, el aspecto vivo, el instante fugitivo en el que la sociedad adquiere, los hombres adquieren conciencia sentimental de ellos mismos y de su situación frente a sí y los otros... esta síntesis empírica, subjetiva ofrece la única garantía de que el análisis previo (de la cultura en este caso), empujado hasta las categorías inconscientes, no ha dejado escapar nada (HERSKOVITS, 1952, p. 304).

Así, tomar a la historia de los historiadores —no como devenir, sino como suceso— para propiciar el entendimiento de la cultura conlleva plantear la necesidad de ver a la cultura como un “sistema funcional”, que requiere de un “sistema lingüístico” cimentado en las manifestaciones simbólicas que describen el desarrollo y el flujo de las partes que componen a ese sistema. Pero, hay un problema.


Capítulo 1-1


 

La Cultura se constituye a partir de una Actitud Estética

Introducción

Es verdad que el artista como “tipo especial” de hombre nace acaso con unas cualidades sensibles excepcionales; pero, ello no quiere decir que el resto de los hombres carezca necesariamente de ellas.

El artista, como “tipo especial” de creador, desarrolla unas capacidades que le son intrínsecas; pero, ello no quiere decir que el hombre común no pueda hacerlo en un afán por igualarse.

Sin embargo, la diferencia principal entre estos dos tipos de ser humano, si es que la hay, radica en el grado de actitud estética hacia la naturaleza y la humanidad misma; en la intención puesta en el proceso creativo que significa la construcción de un mundo.

Para definir una “actitud estética”

La búsqueda de una definición más universal de dicha actitud estética es lo que motiva el presente trabajo, pues quiere verse en ella el catalizador que revierta los efectos de la angustia cotidiana que vive el hombre obligado casi sin propósito a consumir información, ideas y cosas convertidas en necesarias para la subsistencia, y que lo asedian bajo la máscara de una estética y un proceso lógico de comunicación masiva, llevándolo al desgaste de su expresión individual, hundiéndolo en el silencio, la agresividad, la indiferencia y la intolerancia devastadora de todo diálogo.

La actitud estética, tanto en lo individual como en lo colectivo, es —podemos afirmar a priori— la culminación a la vez que el basamento del mundo humano o, si se prefiere, de la mundanidad del hombre. Porque el hombre hace el mundo en el que se hace; o, para decirlo con palabras de Eduardo Nicol: “el hombre crea el mundo en el que está”[1].

En efecto, el hombre se hace en un mundo el cual recorre en automóvil y avizora en sus más mínimos detalles, aun a distancia, mediante una red compleja de canales y sistemas de comunicación que lo vuelven a sus ojos más real y creíble.

Pero, ese mundo ha sido construido por ese mismo hombre desde sus cimientos. Y con esto se quiere decir que lo crea y recrea constantemente desde su concepto. Cada insistencia en la transformación de ese mundo nunca acabado se aloja en una economía y una ecología —etimológicamente hablando— que, no obstante el progreso humano, parecen perder coherencia respecto a ese acto poético derivado de la actitud estética que es la creación del mundo. Acto, éste, tal que cuando es realizado por los artistas parece cobrar un sentido específico, siendo que es apenas un ejemplo de lo hecho a diario por todos los hombres.

Negar que el hombre se vincula con el mundo siguiendo una conducta fundamentalmente estética es quizá una de las principales causas porque cualquier cultura comienza a decaer. El primer síntoma de decadencia brota cuando la poética, la imaginación creadora, se atrofia o extingue. ¿Por qué? Porque esa cultura se torna entonces incapaz de generar nuevas imágenes e interpretaciones de sí misma. ¿Por qué? ¿Qué es, entonces, una actitud estética?

Definiendo Actitud Estética

Si nos apegamos a una definición de diccionario, actitud es una postura física, psicológica (disposición de ánimo), personal (ontológica), social (partido, no precisamente político) e incluso cultural (antropológica) que se adquiere con influjo del acto, es decir con tendencia a la acción [ALONSO, 1988, p. 96].

Una actitud artística, entonces, ha de entenderse como la postura adoptada por un individuo o una sociedad con la finalidad de “crear” objetos, ideas, etc. Y, según esto, propiamente, una actitud estética halla su fundamento en el hecho de que, para sentirse a gusto en el mundo, el hombre debe permitirse percibirlo no sólo con los sentidos básicos, sino con la cabeza y, por ende, incluyendo el sentido de la intuición. Vaya, debe permitirse percibirlo con todo su ser[2].

Ahora bien, la sensibilidad impuesta en dicha actitud requiere la afirmación del ser humano frente a la necesidad física inmediata o frente al estrecho utilitarismo, pues sólo así puede tener sentido para el hombre el objeto estético, la obra, la cual, si se la separa de sus formas concreto-sensibles y de su contenido humano, no existe.

Dice Hans Robert Jauss:

De la misma manera que la postura estética puede definirse como una compleja exactitud de la percepción, así también cualquier desarrollo hacia la personalidad formada equivale al desarrollo de una estructura de motivación precisa y, a la vez, compleja [JAUSS, 1986, p. 160].

Y es que el hombre no se presenta en estado natural. Las conductas humanas están constituidas por el conjunto de relaciones de influencia de una sociedad y condicionadas por ellas. La interacción social determina que suframos la acción directa de este proceso, aunque el contenido específico de dicha experiencia puede variar. Por ello, hablar de una actitud estética significa hacer referencia a un modo específico de adaptación a un mundo y la adopción, por lo mismo, de un modo de ser.

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[1] Eduardo Nicol nos explica el concepto de mundo como el “ámbito que es un orden formado, no dado como el Ser cósmico”. Se entiende que el Ser no ocupa un ámbito, sino que se confunde con él. “En cambio el hombre, por su forma especial de ser, pertenece al universo y además lo ocupa. La fracción ocupada es su ámbito mundano [...] El hombre no existe ni puede existir sin un  puesto mundano”; o sea, tiene necesidad de pertenecer y de ocupar, a la vez, un sitio espacial, un momento temporal. Pero, dicho sitio y semejante momento se caracterizan por ser, también, a la vez individuales y sociales. Tal necesidad es lo que define la historia de un hombre o de una sociedad, igualmente constituye la base sobre la cual ha de construirse el marco referencial que llamamos mundo. Un mundo radicado en la tierra. Un mundo en el que el hombre existe “en-terrado” (NICOL, Eduardo, 1980, pp. 114-158).

[2] La redacción de este como de otros párrafos a lo largo de la obra los he modificado sustancialmente por lo que toca al acomodo de las ideas o las palabras, la coherencia y la concordancia al momento de recapturar el texto.

jueves, noviembre 11, 2021

Un vuelco a lo hecho



Tal vez lo que ahora aquí comentaré no sea del interés de muchos lectores, sin embargo, aun siendo reflexiones producto de la planeación personal para el objetivo que sostiene a este blog, incluyo estas notas por considerarlas por lo menos reveladoras de una pedagogía que pudiere ser útil a otros en circunstancias similares.

La palabra "actualización" apunta a poner al día una cosa. La tesis que revisan ahora tus ojos comencé a recapturarla, lo confieso y a pesar de los apuntes explicativos ya publicados aquí y allá, con una carga de prejuicios en cuanto a la forma. Fue en fechas recientes, al involucrarme en sacar adelante un proyecto literario, mi mega saga Calima, que caí en cuenta de que tenía que volver a este trabajo para reorganizarlo. Sí, otra vez, para ajustarlo a las exigencias editoriales a que obligan las nuevas plataformas, en especial las expectativas de los lectores en cuanto a los límites de contenidos para mantener la atención del lector de las nuevas generaciones.

El formato anterior se basaba pues en el clásico del libro y en el ya no tan moderno ni tan acusado de la página web. Al someter a revisión lo capturado de esta forma, como web, pude constatar que, en efecto, incluso para hacer los textos interesantes o legibles en dispositivos móviles, debía acortarlos, no mermarlos, sino editarlos de manera que pudieran avanzar por fragmentos o episodios. Ello implica tratar el texto de forma distinta para incluirlo en forma de posts que permitan un avance más sencillo y lineal, ajustado a un archivo temporal. Por lo que no nada más los apuntes extra ahora serán hechos en ese espacio, sino el resto de la tesis. Es decir que el contenido total será publicado en la forma de "entregas", un poco a la vieja usanza de los ensayos y las novelas de la primera mitad del siglo XX y aún antes. Claro que esto implica otra dificultad, sobre todo de índole metodológica, pragmática y gráfica como ya expuse en mis notas introductorias en este mismo blog.

Para subsanarlas se hará necesario, además de lo planeado originalmente, incluir etiquetas que permitan la distinción entre lo que es propiamente parte de la tesis, del libro primigenio, y lo que serán, como es el caso de estas líneas, actualizaciones o ampliaciones o revisiones. El índice se verá modificado de forma que muestre los capítulos (que seguiré capturando en GoogleDrive) con sus respectivos fragmentos o episodios ajustados a las extensiones más atendibles conforme a lo que de suyo se conoce como básico para la lectura de medios electrónicos, es decir, contenidos no mayores de más o menos entre mil y dos mil palabras. Cuando los capítulos no excedan las palabras esperadas, por supuesto abarcarán una sola pieza. Los capítulos enteros, capturados en GoogleDrive, de donde copiaré y pegaré en el post (para justificar la meta de la difusión abierta y "masiva"), una vez terminados quedarán en formato PDF para que los interesados puedan verlos como piezas completas y no fragmentada que, al final, conformarán el libro entero en el mismo formato y a ser autopublicado para un fin más "comercial".

Esto último obedece al prurito de que, dado que en lo tocante a la parte metodológica y no habiendo —por lo menos en Blogger de Google— la posibilidad de incluir referencias y notas a pie de manera automática, con ayuda de aplicaciones como Mendeley, Zotero y otras para la organización de fuentes bibliográficas, esta labor se facilita con los procesadores de palabras. Pero, hacerlo con LibreOffice o Word para luego copiar y pegar introduce "código extraño" para Google por lo que tarde o temprano los documentos presentan errores de carga y lectura, lo que no sucede con los documentos creados en GoogleDrive, siendo de la misma empresa. Aun así, algunas minucias deben ser introducidas de manera manual, sobre todo lo relativo a las notas a pie de página. Por lo tanto, en resumen, la "ruta crítica" que seguiré para la elaboración de estos contenidos es: 1) captura con YWriter (para el control del esquema y la cantidad de palabras de cada fragmento); 2) copia y pega en GoogleDrive para ahí hacer la corrección de estilo y metodológica; 3) copia desde GoogleDrive del segmento a pegar en Blogger como post, manteniendo el estilo (por lo tanto el código html). El resto es talacha administrativa de backdesk y frontdesk.

Dicho lo cual, pongo pies en polvorosa y ¡a poner de cabeza lo que ya venía estando de pie!

lunes, abril 05, 2021

La estética como una forma de acción comunicativa

Cuando escribí esta tesis que ahora repasan tus ojos, amable lector, una de las teorías emanadas de la Escuela de Francfort y que entonces era determinante de muchos de los estudios, ensayos y discusiones filosóficas y de influencia en análisis sobre la sociedad era la Teoría de la Acción Comunicativa de Jürgen Habermas.

Si bien este autor no se concentró en reflexiones sobre la estética y el arte de manera especial, sin embargo estos no fueron  temas que dejara completamente de lado como bien nos recuerda Marcelo G. Burello:

[...] el arte, y en especial la literatura, aparecen como expresión de una “racionalidad estético-expresiva”, lo que no deja de ser un rescate ambiguo, en tanto se toma a esas prácticas como vehículos que manifiestan a la razón universal humana por medios que les son específicos, sin reconocerles la dimensión espontánea y potencialmente explosiva que otros pensadores querrían atribuirles.

En dicha teoría, entre muchas afirmaciones que conectan con mi personal trabajo y consideraciones expuestas en esta tesis sobre la búsqueda de una actitud estética, la idea de entrelazar dos fenómenos y por extensión dos disciplinas del entendimiento humano como son la Estética y la Comunicación, justo tienen que ver con plantear ambas como maneras o manifestaciones de la racionalidad detrás de la acción social como fundamento adaptativo, sea desde la perspectiva instrumental, la estratégica o la comunicativa.

En su tratado, Habermas anotaba, entre muchas ideas y siguiendo a Talcott Parsons que [énfasis mío]:

Actuar en el marco de una cultura significa que los participantes en la interacción toman interpretaciones de un acervo de saber, culturalmente asegurado e intersubjetivamente compartido, para entenderse sobre su situación y sobre esa base perseguir cada uno sus propios fines. Desde la perspectiva conceptual de la acción orientada al entendimiento, la apropiación interpretativa de los contenidos culturales recibidos por tradición representan el acto a través del que se efectúa la determinación cultural de la acción [(HABERMAS, 1986; T1:311)].

La acción, no obstante, no puede efectuarse separada de una actitud de algún tipo, siendo los básicos más no los únicos el defensivo y el ofensivo. Esta dificultad disociativa ya la señalaba también Habermas:

[...] desde la perspectiva de una acción concebida como actividad teleológica regulada por valores no es posible esclarecer cómo se relacionan cultura, sociedad y personalidad [ibid.; 321].

Pero, aun más, dicha acción en un marco sensible tiene que ver con uno de los patrones culturales que, como indico en otro capítulo de mi tesis, establecen el fundamento de la acción adaptativa a partir de la percepción de los sentidos y cómo esta es sujeta a la interpretación racional. Es decir que, como parte del proceso de pensamiento, una actitud estética es determinante para fijar las bases de la conducta adaptativa siguiente, sea en su modo más superficial y concreto, quizás solo gozoso, o en su modo más profundo y abstruso de la abstracción.

Burello nos lleva a repasar las propias palabras de Habermas en relación con esto escritas en su obra "Cuestiones y Contracuestiones" y que, en lo personal, me permiten concordar con la proposición de Pieter Duvenage también citado por el mismo Burello sobre que "el ámbito artístico-estético en realidad es un puntal invisible de toda la obra de Habermas" [énfasis mío]:

El hecho de que podamos discutir las razones que se tienen para valorar una obra de arte en el discurso estético es, como dijimos, una indicación inconfundible de la existencia de un requisito de validez que está inherente en las obras de arte. La “validez” o “unidad” estética que atribuimos a una obra hace referencia a su poder singularmente iluminador para abrir nuestros ojos a lo que nos parece familiar, para revelar de nuevo una realidad aparentemente familiar. Es cierto que este requisito de validez representa un potencial de “verdad” que sólo puede liberarse en toda la complejidad de la experiencia de la vida [(HABERMAS, cit. en BURELLO].

La adaptación tiene justo este poder validador mediante el cual todo ser se apropia y hace familiar los estímulos que le permiten la capacidad de sobrevivir la experiencia vital. Ello no puede suceder sin una sensibilidad afinada por una actitud de tendencia especializada a lo estético más allá de lo solamente referido al arte.

Puedo estar de acuerdo en parte con la crítica de Burello sobre este hecho: "el presupuesto de que el juicio estético es determinante de la racionalidad social (o en algunas versiones, de la i-rracionalidad social) a menudo se desliza sin mayores recaudos ni calificaciones". Digo que en parte porque, como también expongo en otro sitio de mi tesis, el juicio estético por lo común raya en un ámbito de opinión, opinión además basada en una apreciación de gusto y el gusto es irracional por más conciencia racional que se haga de él, en virtud de lo cual el juicio estético por su carácter de opinión implica una manera distinta de raciocinio como bien lo apuntara mucho tiempo atrás el propio Emmanuel Kant. Por lo tanto, aproximarse a su estudio no puede ser sino desde la base sensible que lo sostiene y, en consecuencia, desde la base intuitiva.