Cuando escribí esta tesis que ahora repasan tus ojos, amable lector, una de las teorías emanadas de la Escuela de Francfort y que entonces era determinante de muchos de los estudios, ensayos y discusiones filosóficas y de influencia en análisis sobre la sociedad era la Teoría de la Acción Comunicativa de Jürgen Habermas.
Si bien este autor no se concentró en reflexiones sobre la estética y el arte de manera especial, sin embargo estos no fueron temas que dejara completamente de lado como bien nos recuerda Marcelo G. Burello:
[...] el arte, y en especial la literatura, aparecen como expresión de una “racionalidad estético-expresiva”, lo que no deja de ser un rescate ambiguo, en tanto se toma a esas prácticas como vehículos que manifiestan a la razón universal humana por medios que les son específicos, sin reconocerles la dimensión espontánea y potencialmente explosiva que otros pensadores querrían atribuirles.
En dicha teoría, entre muchas afirmaciones que conectan con mi personal trabajo y consideraciones expuestas en esta tesis sobre la búsqueda de una actitud estética, la idea de entrelazar dos fenómenos y por extensión dos disciplinas del entendimiento humano como son la Estética y la Comunicación, justo tienen que ver con plantear ambas como maneras o manifestaciones de la racionalidad detrás de la acción social como fundamento adaptativo, sea desde la perspectiva instrumental, la estratégica o la comunicativa.
En su tratado, Habermas anotaba, entre muchas ideas y siguiendo a Talcott Parsons que [énfasis mío]:
Actuar en el marco de una cultura significa que los participantes en la interacción toman interpretaciones de un acervo de saber, culturalmente asegurado e intersubjetivamente compartido, para entenderse sobre su situación y sobre esa base perseguir cada uno sus propios fines. Desde la perspectiva conceptual de la acción orientada al entendimiento, la apropiación interpretativa de los contenidos culturales recibidos por tradición representan el acto a través del que se efectúa la determinación cultural de la acción [(HABERMAS, 1986; T1:311)].
La acción, no obstante, no puede efectuarse separada de una actitud de algún tipo, siendo los básicos más no los únicos el defensivo y el ofensivo. Esta dificultad disociativa ya la señalaba también Habermas:
[...] desde la perspectiva de una acción concebida como actividad teleológica regulada por valores no es posible esclarecer cómo se relacionan cultura, sociedad y personalidad [ibid.; 321].
Pero, aun más, dicha acción en un marco sensible tiene que ver con uno de los patrones culturales que, como indico en otro capítulo de mi tesis, establecen el fundamento de la acción adaptativa a partir de la percepción de los sentidos y cómo esta es sujeta a la interpretación racional. Es decir que, como parte del proceso de pensamiento, una actitud estética es determinante para fijar las bases de la conducta adaptativa siguiente, sea en su modo más superficial y concreto, quizás solo gozoso, o en su modo más profundo y abstruso de la abstracción.
Burello nos lleva a repasar las propias palabras de Habermas en relación con esto escritas en su obra "Cuestiones y Contracuestiones" y que, en lo personal, me permiten concordar con la proposición de Pieter Duvenage también citado por el mismo Burello sobre que "el ámbito artístico-estético en realidad es un puntal invisible de toda la obra de Habermas" [énfasis mío]:
El hecho de que podamos discutir las razones que se tienen para valorar una obra de arte en el discurso estético es, como dijimos, una indicación inconfundible de la existencia de un requisito de validez que está inherente en las obras de arte. La “validez” o “unidad” estética que atribuimos a una obra hace referencia a su poder singularmente iluminador para abrir nuestros ojos a lo que nos parece familiar, para revelar de nuevo una realidad aparentemente familiar. Es cierto que este requisito de validez representa un potencial de “verdad” que sólo puede liberarse en toda la complejidad de la experiencia de la vida [(HABERMAS, cit. en BURELLO].
La adaptación tiene justo este poder validador mediante el cual todo ser se apropia y hace familiar los estímulos que le permiten la capacidad de sobrevivir la experiencia vital. Ello no puede suceder sin una sensibilidad afinada por una actitud de tendencia especializada a lo estético más allá de lo solamente referido al arte.
Puedo estar de acuerdo en parte con la crítica de Burello sobre este hecho: "el presupuesto de que el juicio estético es determinante de la racionalidad social (o en algunas versiones, de la i-rracionalidad social) a menudo se desliza sin mayores recaudos ni calificaciones". Digo que en parte porque, como también expongo en otro sitio de mi tesis, el juicio estético por lo común raya en un ámbito de opinión, opinión además basada en una apreciación de gusto y el gusto es irracional por más conciencia racional que se haga de él, en virtud de lo cual el juicio estético por su carácter de opinión implica una manera distinta de raciocinio como bien lo apuntara mucho tiempo atrás el propio Emmanuel Kant. Por lo tanto, aproximarse a su estudio no puede ser sino desde la base sensible que lo sostiene y, en consecuencia, desde la base intuitiva.